Las afecciones alimentarias requieren de intervenciones interdisciplinares, dada la complejidad y múltiples consecuencias que presentan en los sujetos que la padecen. Herscovici y Bay (1990) sostuvieron que la obsesión por una figura cada vez más delgada se ha convertido en una suerte de tiranía que afecta a un creciente número de adolescentes y personas jóvenes, especialmente del género femenino. Las autoras desgranaron la multidimensionalidad de estas patologías e hicieron un análisis crítico de los distintos enfoques terapéuticos. El énfasis de esta propuesta radicó en dejar claro que estos padecimientos no pueden ser encarados como patrimonio de un solo profesional, sino que deben ser abordados desde un equipo multidisciplinario, donde el clínico y el terapeuta familiar comparten la responsabilidad del tratamiento. Otra distinción fundamental: el abordaje familiar sistémico no depende de tener a la familia presente en el consultorio sino de una manera particular de pensar a los individuos como afectándose en forma mutua. Así, la familia es vista no necesariamente como generadora de patología sino como un recurso de salud. Herscovici y Bay ofrecieron una guía rigurosa, pormenorizada y clara para la comprensión y el tratamiento de estos trastornos (Herscovici y Bay, 1996; Herscovici y Bay, 1997).
Farrera (2009) expuso que los trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y trastorno de ingesta compulsiva son alteraciones graves del comportamiento alimentario que de forma progresiva van cobrando mayor incidencia en los últimos años. Están conceptualizados como síndromes y son, por tanto, clasificados en base al conjunto de síntomas con los que se presentan, existiendo en ellos una importante interacción entre la psicología y la fisiología.
Los trastornos de ingesta pueden conceptualizarse utilizando un modelo multidimensional. La anorexia puede describirse utilizando los tres criterios originales propuestos por Russell y Beardwood (1970) como núcleo de los cuatro criterios que requiere el DSM IV. Estos criterios incluyen rechazo a mantener el peso de acuerdo a una proporción normal acorde con la estatura y la edad, miedo a ganar peso y ausencia del ciclo menstrual o amenorrea. Los cuatro criterios describen una distorsión severa de la imagen corporal, en la cual la imagen del cuerpo es la medida predominante de la autoestima. En el DSM-IV existen dos subtipos de anorexia que se utilizan para describir en mayor medida la presentación clínica: tipo purgativo y tipo restrictivo. En 2013 el DSM V amplia los diagnósticos señalando que no es necesaria la ausencia del periodo menstrual para el diagnóstico de la anorexia nerviosa. El mismo manual sostiene que la bulimia nerviosa puede presentarse con una conducta compensatoria semanal, en lugar de dos veces como señala el texto anterior.
El vocablo anorexia proviene del latín an, prefijo restrictivo y orexis, apetito. El adjetivo nerviosa refiere su etiología de fuerte ligadura psicológica. Considerando a la anorexia como la falta de apetito por causas relacionadas a lo psicológico.
Zerbe (1991) sostuvo que en su forma grave típica la anorexia está descrita como una púbero adolescente extremadamente adelgazada, de aspecto envejecido, piel frecuentemente muy pálida, a veces anaranjada y cubierta de un fino lanugo, con cabellos secos y escasos, de caminar lento, vestidas con ropas holgadas y oscuras, que se refugian en un silencio mientras sus padres hablan por ella.
A su vez, el término bulimia se deriva del griego bous buey y limos hambre que equivale a hambre de buey, que significa hambre desmesurada La bulimia se caracteriza por episodios de voracidad, seguidos por conductas compensatorias inadecuadas como el vómito autoprovocado, el abuso de fármacos de tendencia adelgazante, laxantes, diuréticos, el ayuno o el ejercicio excesivo. En esta patología alimentaria se halla la alteración de la percepción de la forma y el peso corporales. Los pacientes con bulimia manifiestan miedo intenso a subir de peso (Farrera, 2009).
La bulimia nerviosa es una enfermedad psíquica y alimentaria que se caracteriza por dos aspectos, de un lado está el comportamiento en la ingesta incontrolado y por otro, las dietas restrictivas, el rechazo a ganar peso y las conductas de purga para el control de este peso.
La persona con bulimia tiene una imagen corporal de sí misma totalmente errónea, a modo de distorsión cognitiva, y una autoestima muy baja que intenta compensar adelgazando y controlando lo que come: no se acepta y busca una solución inmediata a sus conflictos dejando de comer para adelgazar inmediatamente. Hambre y ansiedad la llevan a una ingestión desmedida de alimentos.
Esto genera, a su vez, sentimientos de culpabilidad y descontrol que la conducen al vómito, a los laxantes y a los diuréticos, y a una nueva restricción de alimentos. Así comienza, una vez y otra vez, este círculo vicioso.
Existen dos subgrupos de comportamiento bulímico
Tipo purgante: cuando regularmente se autoinduce el vómito o hace mal uso de laxantes, diuréticos, enemas u otros purgantes (medicamentos que, a través de sus efectos químicos, sirven para aumentar la eliminación del contenido intestinal).
Tipo no purgante: si utiliza otros comportamientos inapropiados, como ayunar o hacer ejercicio excesivo, en vez de adoptar comportamientos purgantes para reducir la absorción calórica de cantidades excesivas de alimentos por parte del cuerpo.
A su vez los trastornos alimentarios no especificados representan un subgrupo con características similares a la bulimia, pero se diferencian en que en este tipo de trastornos no presentan conductas compensatorias inadecuadas, es decir ni vómitos autoinducidos, laxantes, diuréticos.