Perfil clínico

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A pesar de utilizan criterios diagnósticos precisos, se puede señalar que varían de un país a otro, especialmente en el caso de la anorexia, en lo que respecta a la intensidad de la pérdida de peso requerida para plantear el diagnóstico, o bien la presencia o no de amenorrea. Además, estos criterios tienden a modificarse con el tiempo dentro de una misma región (Jeammet, 1989) ya que actualmente parecería mostrarse una mayor aceptación a la delgadez y los pesos bajos.

La anorexia nerviosa consiste en la necesidad apremiante de tomar todas los recaudos posibles para perder peso, haciendo ejercicios, evitando comer o comiendo sólo aquellos que menos nutran al organismo (Corbella, 1994; Feinstein, 1988; Turón, 1997). Se presenta una negación consciente y meditada a comer (Saranson I. y Saranson B., 1996). Cursa con un estado emocional de ansiedad  (Corbella, 1994; Sue, 1996), y un fuerte temor al sobrepeso real o imaginario (Sue, 1996; Feinstein, 1988). La preocupación por ingerir la menor cantidad posible de alimentos les lleva a mentir, esconder la comida en los bolsillos, almacenarla en la boca para escupirla después, sin haberla tragado (Sue, 1996).

Diversos investigadores resaltan como rasgos comunes a estas pacientes la baja autoestima, la alteración en la percepción de su imagen corporal,  los pensamientos distorsionados en relación a su cuerpo y a los alimentos, el retraimiento social, el temor al error y al fracaso, la inestabilidad emocional, los estados depresivos, la  necesidad de demostrar autocontrol y éxito, ideales de belleza delgados, estereotipos culturales que equiparan el éxito con la delgadez,  progresivo aislamiento social y la introversión (Sue, 1996; Feinstein, 1988; Mussen, 1985; Corbella, 1994; Papalia; 1998; Minuchin, Rosman, y Baker, 1989).

Bagattini (1998) confeccionó los criterios del perfil clínico para la anorexia nerviosa. Conformó el perfil con adelgazamiento, amenorrea, miedo intenso a engordar, trastorno de la imagen corporal, abandono de la alimentación, aumento de actividad física, vida social sumamente alterada, conductas compensatorias inadecuadas y negación de los síntomas. Exhibió que el adelgazamiento puede subagruparse en leve, moderado y grave. Se trataría de un adelgazamiento leve cuando se presenta una disminución del peso corporal de inicio del cuadro del 10 a 15% por debajo de lo esperado para su edad y estatura. Moderado cuando disminución del peso corporal descendería entre un 15 a 25%. La autora hizo referencia a un adelgazamiento grave cuando la disminución del peso sería del 25%. En cuanto a la amenorrea puede tratarse de amenorrea primaria o de amenorrea secundaria. La amenorrea puede aparecer antes del adelgazamiento intenso y no ser secundaria  a él. Se integra en un marco de atención que requiere de la interdisciplinariedad. Persiste durante varios meses, incluso en algunos casos  luego de recuperado el peso normal. Bagattini expuso que el miedo intenso a engordar, a recuperar peso y/o aumentar está presente en las diferentes patologías alimentarias. Este miedo se halla aún en pacientes con cuadros de adelgazamiento grave, aun cuando su vida se encuentra en riesgo. El trastorno de la imagen corporal está presente en todos los cuadros clínicos. El abandono de la alimentación refiere a que puede dejarse de comer en forma leve, moderada o grave. Si este es leve se trataría de un tipo de ingesta restringida a alimentos de bajas calorías, pero suficientes en el momento de iniciar el tratamiento, que no se acompañan de un severo adelgazamiento. Se trata de una hiperseleccion de alimentos, que guarda poca relación con el cubrimiento de sus necesidades básicas. Si es moderado se disminuye la ingestión incluso de alimentos de bajas calorías y el tiempo gira alrededor de las ingestas. Aparece la preocupación incesante  y paradojal por la comida, las dietas, la acumulación de recetas y comidas. Presenta una preocupación marcada por los alimentos y por cómo se elaboran. Tiene fuertes temores que se le agreguen ingredientes en las preparaciones. Si el abandono de la alimentación es grave los pacientes solo ingieren líquidos no calóricos; es casi nula la ingesta alimentaria;  mienten, tiran comida, acumulan y esconden. La negativa es aún a incorporar verduras, alimentos light. Presentan ideas en torno de poder vivir sin comer. A la vez el aumento de actividad física compone este perfil clínico, ya que puede tratarse de una realización de actividades físicas leve, moderada o grave. Si esta realización es leve los pacientes presentan una obsesiva regularidad en concurrir a gimnasia u otro tipo de actividad física con frecuencia semanal o dos o tres veces por semana, independientemente de sus posibilidades físicas. Es moderado cuando los pacientes que concurren diariamente y más de una hora diaria a la realización de actividades físicas, incluso cuando su estado físico aun no lo permite. Si el aumento de actividad física es grave se trata de aquellos sujetos realizan varias horas diarias de ejercicios, saltos, caminatas, permanecer de pie, prácticas de baile, incluso en la noche. También acciones sin sentido tendiente al movimiento para el descenso de peso (Bagattini, 1998). Una paciente, por ejemplo, transportaba su ropa desde un vestidor ubicado en un piso superior de una prenda por vez, por ejemplo una media, otra media, una remera. Todo en viajes de un objeto por vez. La misma paciente levantaba la mesa trasladando por ejemplo la cuchara primero hacia la pileta de la cocina, luego la taza, luego el plato, después la servilleta (Losada, 2010). La vida social se encuentra sumamente alterada en estos pacientes. Al igual que los otros ítems, puede considerarse que la vida social puede encontrarse alterada en estas pacientes en forma leve, moderada o grave. Los pacientes presentan un abandono de amistades anteriores. Comienzan a no querer comentar lo que les sucede, sin presentar interés alguno en amigas o compañeras, aun cuando sean necesidades dadas de acuerdo a su ciclo vital cuando se tratara de una alteración leve. Si restringen todo tipo de salidas pero continúan viendo a  algunos amigos, aunque los vínculos que entablan son superficiales, representan un cuadro del subtipo de moderado. Se niegan asistir a cualquier tipo de eventos sociales, no participan de actividades grupales. Refiere a un perfil grave si se halla a los pacientes en este subgrupo con un aislamiento total y conexión sólo con la madre. Rechazan a cualquier otro sujeto, aún cuando se trata de amistades profundas y/o posibles parejas de su agrado. La madre parece aceptar esta minimización de la vida social de su hija. Presencia de las conductas compensatorias inadecuadas, como uso de diuréticos, laxantes o vómitos autoprovocados.Estos pacientes exhiben una negación de los síntomas y no reconocen su enfermedad. Tampoco reconocen su delgadez, ni el deseo de comer, ni la fatiga, hasta las últimas etapas, en algunos casos extremos tampoco el  deseo de dormir (Bagattini, 1998, Calam, Waller, y Bagattini, 1995).

En cuanto a las características de estas pacientes, Bruch (1978) puntualizó que el hambre genera cambios psicológicos y fisiológicos siendo así que gran parte de las conductas anoréxicas se deben a la inanición. Bruch resaltó la importancia de la personalidad  premórbida  en los pacientes con trastornos alimentarios. Las experiencias hechas posteriormente por Keys y colaboradores en la Universidad de Minessota (citados por Herscovici y  Bay, 1990), estudiando el síndrome de inanición, confirman lo que Bruch expuso. La investigación de referencia demostró  que los individuos sometidos a una dieta de hambre en presencia de comida presentaban los siguientes síntomas: irritabilidad, ansiedad, dificultad de concentración, introversión social, preocupación por sí mismos, depresión, pensamientos obsesivos y conductas compulsivas. A su vez con respecto al miedo ante la comida y el peso, la hiperactividad, la distorsión de la imagen corporal y la capacidad para controlar el hambre, Rausch Herscovici y Bay señalaron que se mantienen como propios de la patología  alimentaria y no como consecuencia de la inanición.

De una forma u otra estos pacientes con anorexia buscan una especie de divorcio de su cuerpo. Lejos de recurrirse a un tribunal, esta separación se emprende en un hospital y puede terminar con la muerte (Teisson, 2000).

Toro, J., Nicolau, Cervera, Castro, Blecua, Zaragoza y Toro, A. (1995), en un estudio comparativo de 185 adolescentes  con diagnóstico de anorexia nerviosa, encontraron que las familias de estas pacientes presentaban un alto estándar de educación y mayor tendencia a desarrollar trastornos afectivos. Las pacientes de este estudio presentaban a su vez, un alto nivel académico, retraimiento social y trastornos afectivos y obsesivos compulsivos como comorbilidad psiquiátrica más frecuente.

Losada (2009) señaló que la bulimia y la anorexia comparten características como la depresión, el ocultar de alimento y la obsesión por la pérdida de peso. A la vez, expuso que la anorexia se caracteriza por un alto nivel de exigencia,  búsqueda de la perfección, no sólo en su cuerpo sino en todo lo que se realiza. Estos pacientes presentan muy buen desempeño escolar, mientras sus condiciones psicofísicas se lo permiten. Mantienen la necesidad de completar los mandatos de sus padres, aún aquellos que son implícitos, e incluso aquellos que incluyen silencios y secretos. Provienen de familias con altos niveles de exigencia, sobre todo hacia esta hija en particular. Presentan una alteración en la imagen corporal. Aún con pesos mórbidos se auto encuentran frente al espejo gordas. A esta deformación de la imagen corporal se la denomina dismorfofobia.Se observa una pérdida significativa de peso, superior al 15 % por debajo de los índices de las tablas, teniendo en cuenta talla y edad. Tienen un miedo intenso a la obesidad. A la vez que presentan un peso bajo mantienen la intención de seguir bajando. Eligen un peso determinado, fijado subjetivamente y alejado de una realidad saludable.Presentan una firme negativa a alimentarse. La autora punteó que las personas con anorexia nerviosa enflaquecen al punto de inanición, ostentando una repulsión por la comida, temor abrumador por tener sobrepeso junto con una imagen distorsionada de sus propios cuerpos, llegando al punto de convertir a los alimentos en enemigos. Se generan situaciones de aislamiento y restricciones sociales, seguidas a las restricciones alimentarias enlazadas a una vida hiperactiva, en algunos casos ligadas al gasto calórico. Creen un cuerpo puro sin alimento, en realidad una conducta mortal. Presentan deseos de no comer y deseos de nada.

Losada (2008) expuso que generalmente las patologías alimentarias comienzan a principio de la adolescencia y la juventud, intentando las dietas restrictivas, fracasando y reaccionando con exceso de comida. En respuesta a esta conducta los pacientes intentan bajar de peso o quitarse de alguna forma lo ingerido mediante la ingesta de laxantes, pastillas para adelgazar, medicamentos para reducir líquidos o a través de la provocación del vómito.

Existe cerca de un tercio de los sujetos que presentan trastornos de la conducta alimentaria que no cumplen los criterios diagnósticos para anorexia y bulimia nerviosa. Si se comprenden los trastornos de la conducta alimentaria como una disfunción persistente de la conducta alimentaria con consecuencias directas en el consumo o deprivación de alimentos y que afecta significativamente a la salud física y al funcionamiento psicosocial, esta disfunción no debe ser consecuencia de ningún otro trastorno médico general o psicológico reconocido. Se utilizará entonces el diagnóstico de trastorno de la conducta alimentaria no especificado o atípico a las patologías no comprendidas en los criterios diagnósticos de la anorexia y bulimia. Tanto en la 10ª edición de International Classification of Diseases (ICD-10) como en DSM IV se reconoce la existencia trastornos de la conducta alimentaria atípicos. En el ICD-10 se les clasifica con seis códigos diferentes. En el DSM IV, los denominan TCANE y forman parte de los trastornos de la conducta alimentaria (Farrera, 2009).

Farrera (2009) expuso que el trastorno de ingesta compulsiva (TIC), fue revisado por el DSM IV para determinar si dicha patología debería ser otra categoría diagnóstica. En este momento está bajo la categoría de trastornos de ingesta no especificados (TCANE), Eating Disorder Not Otherwise Specified (EDNOS) o trastornos de la alimentación no especificados (TANES)  y se considera como un diagnóstico en investigación. Aunque este trastorno sea similar a la bulimia nerviosa, existen dos diferencias significativas: los pacientes que lo sufren no usan métodos compensatorios inadecuados de manera regular, y no experimentan el nivel de insatisfacción con el propio cuerpo como ocurre en los pacientes con anorexia o con bulimia (Devlan, Walsh y Spitzer, 1982). Estos pacientes tienden a la obesidad porque ingieren una alta cantidad de calorías y no se purgan (Willson y Smith, 1989).

Es escasa la bibliografía sobre estos trastornos no especificados. No se han realizado estudios descriptivos, las referencias de que se disponen provienen de informes clínicos (Mizes y Sloan, 1998; Farrera, 2009). Sin embargo, según parece, éstos podrían dividirse claramente en dos amplios grupos: los que se parecen a la anorexia nerviosa o la bulimia pero que no se ajustan plenamente a los criterios diagnósticos, y los que presentan un cuadro clínico cualitativamente diferente. En el primer caso, los pacientes tienen una disfunción muy similar al trastorno, pero no cumplen todos los criterios, bien porque falta una de las características diagnósticas esenciales, por ello a veces se usa el término síndrome parcial, bien porque el trastorno no es lo suficientemente severo como para llegar a pasar el umbral mínimo exigido. (Walsh y Garner, 1997; Farrera, 2009). Los criterios diagnósticos de los trastornos de la alimentación no especificados se reservaron para grupos heterogéneos con los trastornos de la alimentación que no cumplían estrictamente los criterios diagnósticos ni de anorexia ni de bulimia, pero no por ello, el término not otherwise specified puede ser mal interpretado como trastorno alimentario de menor significancia clínica. Así mismo, el cuadro clínico de los individuos con los trastornos de la alimentación no especificados puede ser grave y requerir también pronta atención hospitalaria o clínica (Walsh y Garner, 1997; Farrera, 2009).

Raich (1994) observó que en todas las clasificaciones diagnósticas de los trastornos de la alimentación no especificados, se hallaron las siguientes conductas alimentarias: dietas extremas o ayuno, episodios de sobre ingesta o bien una combinación de ambos. Y prácticamente en todas las descripciones aparece una preocupación por el peso y figura, percepción alterada del peso y de la imagen corporal y en todos los trastornos que predominan los atracones aparece un sentimiento persistente de falta de control sobre la ingesta.

Walsh y Garner (en Garner y Garfinkel, 1997) acreditaron que los trastornos de la alimentación no especificados merecen también mucha más atención. Estos estados atípicos constituyen una proporción considerable de enfermedades asociadas con trastornos de la alimentación y suelen ser muy difíciles de tratar. Los estudios descriptivos y analíticos bien elaborados posibilitarían esclarecer las características del trastorno, su pronóstico y tratamiento. Expusieron la necesidad de estudiar grandes muestras de individuos con trastornos de la alimentación no especificados, contrariamente a la práctica habitual, así utilizar pruebas de screening que ayuden a la clasificación de estos trastornos alimentarios cada vez más específicos (Walsh y Garner, 1997; Farrera, 2009).

Con respecto al trastorno de sobre ingesta compulsiva merece gran atención dada su alta prevalencia en la población general siendo clasificado ya por muchos autores como el tercer de los cuatro diagnósticos en trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, Bulimia nerviosa, trastornos de ingesta compulsiva y trastornos de la alimentación no especificados (Beresin, 1998; Hay y Fairburn, 1998; Kaplan, 1998; Yager, 1998; Farrera, 2009).